Azul cristalino, verde esperanza e incluso turquesa y algunas veces grises.
Azul, como ese lago, ese mar … esa piscina tranquila, donde te puedes mirar y te reflejas, como espejo limpio, como claridad de un día totalmente despejado, sin nubes, sin problemas y sin una pizca de oscuridad.
En otras ocasiones se vuelve verde, verde más turquesa que esperanza. Verde que escandila con sólo mirar.
Transmite tanta tranquilidad… no hay tormentas cuando en ellos te miras. No hay mares revueltos y tampoco piscinas vacías.
Está todo repleto de eternas sonrisas, de eternos abrazos y firmes, deliciosas y sensibles caricias.
En raras ocasiones se puede volver gris.
Gris poco agradecido, pero por suerte en pocas ocasiones podemos toparnos con ese colo tan tan …”gris” como su propio nombre es.
No derrames lágrimas mi vida, no lo permitiré.
Sea cual sea su color, sea cual sea el motivo de ese tan bonito arco iris que recrea en sus ojos su estado de ánimo.
Da igual en qué momento del día, de la noche, o de la tarde se pueda llegar a encontrar.
Da igual que le de la luz como en la sombre pueda llegar a estar.
Siempre causan el mismo efecto en mis ojos, no los puedo dejar de mirar.
Me puedo pegar horas, y horas mirándole sus ojos, y simplemente no pensar en nada más que en él y en mí.
El resto del mundo, como pasa siempre en ese momento…desaparece.
Como cielo despejado, como mar en calma, como ese lago o charca de turquesas brillantes y doradas.
Como ese dulce salado que nos embarga de alegría y de tranquilidad absoluta.
Como cuando te enamoras y no razonas porque tu corazón apaga tu razón.
Como esa tranquilidad después de cada tempestad.
Después de la sensación que da cuando un dolor o una tristeza se va.
Así son sus ojos… Así es su mirada.
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